Parte 1
En las costas del continente sudamericano, específicamente en la Península de Valdés, Provincia de Chubut, Argentina, podemos disfrutar de un espectáculo natural sin precedentes, el avisaje de la ballena franca austral, conocida en el mundo de la ciencia como Eubalaena Australis, este mamífero de la familia de los cetáceos habitante de las aguas del cono sur del planeta, en este caso estaremos hablando de las que se encuentran en el Atlántico sur. Con un tamaño promedio para los machos de 13 a 15 metros de largo, mientas que las hembras pueden alcanzar unos 16 metros, con un peso aproximado de 40 toneladas, de las cuales como dato curioso, destaco que en los machos una tonelada corresponde al peso total de sus 2 testículos, a su vez, su pene puede alcanzar una longitud de 2,5 metros, siendo el órgano sexual más grande del reino animal, inclusive, más que el de la ballena azul; pueden vivir de unos 60 hasta 100 años, algunos científicos hablan de hasta 120, para lo cual desde el año 1975 se está realizando el seguimiento de una ballena llamada Antonia, de la cual hablaremos más adelante; en su cabeza podemos observar cayos, que tienen desde su nacimiento y sirven como huella digital para cada ballena, puesto que son únicos.
Esas descomunales
criaturas son fieles a su lugar de nacimiento, por eso cada año, como cita
obligatoria y puntal (desde mayo aproximadamente) nadan hacia la Península de Valdés
para reproducirse, una hembra se aparea con varios machos, la gestación del
ballenato puede durar un año, la madre volverá a Valdés a dar a luz, su cría la
acompañará en su primer año, en el cual doblará su tamaño y aprenderá de su
madre lo que necesita.
Las ballenas de esta región son curiosas y
amigables con los seres humanos, es posible apreciar durante los meses que
moran en la Península (desde mayo hasta principios de diciembre) desde la
costanera de Puerto Madryn o playas cercanas a la ciudad, un espectáculo,
visual, donde las vemos realizando giros, respirando, así como realizando uno
de los comportamientos que más intrigan a los biólogos, que es la navegación
con la cola, único en los cetáceos. Este comportamiento, en el cual, la ballena
se coloca en posición recta con su gran cola fuera del agua, por encima de la superficie
por considerables periodos de tiempo, algunos científicos consideran que las
ballenas hacen esto para aprovechar las grandes ráfagas de viento de la región y
navegar con algo más de velocidad, otros consideran que las mismas se alimentan
en una profundidad mayor, mientras que otros consideran que usan esto para “refrescarse”.
El caso es que este comportamiento no es el único disruptivo que caracteriza a estas
criaturas, porque existe un fenómeno reciente que implica a otro animal, y no
es precisamente el ser humano, sino más bien las hermosas gaviotas, quienes
están afectando y poniendo en peligro a estos gigantes.
El incremento de la población de gaviotas en la Península
de Valdés, asociado al aumento de sus fuentes de alimentos, como la basura
generada por la actividad humana, han causado que un grupo de gaviotas desarrolle
una conducta inusual, la cual es comer grasa de ballena, por más que suene inverosímil,
pero no lo es, es un fenómeno único que sólo ocurre en las aguas argentinas.
Las gaviotas atacan a las ballenas cuando esta sube a la superficie, concentrándose
en la joroba, si bien la piel de las ballenas adultas es más gruesa, en los
pequeños recién nacidos han encontrado a sus victimas principales de ataque, no
sólo por la fragilidad de su piel, sino también por su poca capacidad pulmonar en
comparación con la de su madre que puede sumergirse por mayor tiempo. Esto a su vez obliga a la cría a un mayor
gasto de energía como al de su madre, que durante ese periodo inicial no se
está alimentado adecuadamente, puesto que su principal fuente de alimento que
es el krill, un pequeñísimo crustáceo, parecido al camarón que habita en las
aguas de la Antártida, en Valdés sólo consume por decirlo así snacks, adicional
a la perdida de peso por el hecho de amantar a su cría.
Se ha podido registrar y fotografiar ballenas que
han sido atacas en grupo por gaviotas, lo cual pone en riesgo a estas criaturas
y a sus crías que pueden perderse y terminar encallando en la arena, así como los
adultos consumir mayor energía de lo que usual, dificultando su viaje a sus
centros de alimentación. Otra consecuencia que los científicos han venido
estudiando, es el movimiento en vertical
desde abajo que realizan las ballenas para respirar, evitando así exponer parte
de su cuerpo sensible a ataques, de continuar esto con el paso del tiempo podría
tener consecuencias en la especie, debido a que el ataque de las gaviotas es un
fenómeno sólo de esta región.
Finalmente, en la siguiente entrega hablaremos sobre Antonia y la familia 71, así como se están tomando medidas para su conservación y aumentar la población y porque es importante para nuestros océanos estos hermosos y tranquilos animales.
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