Esta
semana he vivido unos cuantos de episodios que me han llevado a una reflexión
total y profunda sobre lo que acontece en nuestro país, todo en el marco de la
Cumbre de las Américas y el Cadivazo o “Viernes rojo”, la agitación en la
calle, la escasez y pare de contar.
No
quiero entrar en los detalles escabrosos de los episodios que viví, sólo les
diré que los mismos fueron acontecidos en los Tribunales de la ciudad donde
vivo, la sede del Poder Judicial, el cual por artículo constitucional tiene que
ser imparcial, así como no tener filiación política, pero las imágenes de vivo
color y gigantescas de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, así como la vehemente
defensa de uno de un servidor público del Poder Judicial, quién muy amablemente entablo un pequeño debate
sobre el porqué de las imágenes así.
Esto ocurrió el lunes, el miércoles hubo otro incidente, el jueves también y
finalmente el viernes, lo cual me hizo sentirme realmente desolada y devastada,
puesto bajo el criterio de mi humilde lógica, no entiendo el porqué de las imágenes,
de la idolatría a un hombre, la defensa acérrima
de un gobierno que ha llevado a la quiebra y destrucción del país, pero lo que
me ocasionó más estupor fue la decidía e indiferencia de las personas que se
encontraban en esos momentos, ellos que también padecen, sufren, se quejan por
lo que ocurre en el país, guardaron silencio, ocultaron sus rostros o
simplemente se hicieron los locos, como decimos aquí.
Con
todo ese ajuar de vivencias, a
cuestas me puse a meditar, de lo que
puedo concluir que lo primero fu el sentirme como una judía en la Alemania o
territorios controlados por los nazis durante las ocupaciones de la Segunda
Guerra Mundial, cada día que pasa, cada Gaceta que publican, siento que las
personas que no nos arrodillamos a la matriz de opinión oficialista somos más y
más excluidos y obligados a marcharnos del país o vivir en “el gueto” que ha
creado la revolución.
Si
vivimos en un gueto que no tiene nada que envidiarle al Gueto de Varsovia,
parece algo muy alejado de nuestra
realidad caribeña y del siglo XXI, pero definitivamente estos territorios se
adaptaron y trasladaron hasta Sudamérica.
Sin embargo quiero hacer notar que a diferencia de los viejos modelos
las murallas de ladrillo del nuestro la están haciendo bajo parámetros legales
y delante de toda la comunidad internacional, quienes indolentes complacidos
por las cuotas de petróleo nacional que llegan a sus países.
En
la calle puedo oír como muchos compatriotas se resignan a la situación
simplemente porque algunos no han perdido pequeños beneficios. Otros esperan
que alguna nación extranjera le ponga freno a la vorágines del Estado. Tal cual
como lo hicieron muchos judíos quienes se dieron cuenta de lo terrible que vivirián
y de lo que les aguardaba sólo cuando fueron desplazados a los campos de
exterminio al este de Europa. Los rojos no necesitan las duchas para deshacerse
de los indeseables, simplemente con la inseguridad y la crisis económica le
basta, puesto miles son asesinados, mientras que otros miles se marchan como
pueden al extranjero.
Las
redes sociales, uno de los pocos espacios de opinión próximamente serán
controladas, ese miedo que ahora tienen muchos a hablar o a expresarse delante
de un revolucionario o “patriota
cooperante” se va a trasladar seguramente al Internet.
Queridos
lectores esta no es una carta de desesperanza o de derrota al contrario es una
reflexión acerca de lo que vivimos cada día y de nuestro papel en la construcción
o no de ese muro, donde muchos murieron tratando de cruzarlo, por lo que les
invito a meditarlo y compartirlo con sus amigos y familiares, si quieren
conmigo también, se los agradecería.
muy bueno
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