La Patagonia argentina es reconocida
mundialmente por sus hermosos paisajes, diversidad de flora y fauna única en el
mundo, así como contar con un gran atractivo turístico para locales y extranjeros
que la visiten, tanto en invierno donde se destacan los deportes como el
esquí o en el verano, donde el rafting es uno de las actividades más demandadas
por los turistas. Pero este idílico lugar no sólo destaca por lo ya mencionado
sino guarda un tesoro en una pequeña isla bañada por las cristalinas aguas del
lago Nahuel Huapi, que sirve para toda la humanidad.
Ubicada en la provincia de Neuquén,
cerca de la ciudad de Bariloche se encuentra la Isla Victoria en donde se funciona
un vivero con una larga historia, donde en sus inicios la idea era tener especies
de flora traídas de diversos lugares del mundo desde hace más de cien años.
Todo esto inicio por una iniciativa, de Aarón Anchorena quien quedó tan
cautivado con la belleza y las vistas de la isla que la reclamó para empezar a
colonizarla y emprender una producción agrícola, siendo el pionero en traer
especies exóticas de flora y fauna al territorio de la isla, entre las que
destacan, los jabalíes, ciervos y las primeras coníferas del hemisferio norte,
así como el laural, castañas y nogales. Unos años más tardes en el 1922 se crea
el Primer Vivero de la isla Victoria, por decreto nacional, aprovechando el
buen clima y que el centro de la isla estaba completamente talado por la
producción de Anchorena, marcando así el inicio de una relación entre equipos
forestales de Argentina con sus pares de Estados Unidos y Europa, las cuales se
mantienen hasta el día hoy. Esto trajo más especies exóticas como secoyas,
rosas mosqueta, cedros, abetos entre otros.
Para sorpresas de los impulsores del proyecto
en esta isla las especies exóticas se daban con naturalidad y crecían en ocasiones
hasta en mejores condiciones que en sus territorios de origen, lo que aumentó
aún más la curiosidad e inquietud del Gobierno nacional para seguir impulsando
la producción del vivero, de donde se obtenían las plantas y árboles para los
principales parques y plazas del país, así como las pequeñas y crecientes poblaciones
de los alrededores. A pesar de que esto posiciona
a la isla como un punto focal en materia de forestación, no impidió que con el
paso del tiempo la iniciativa fuese abandonada durante algunos años, hasta que
en los años 2000 se volviera a retomar con más impulso, pero con una visión
diferente.
En este nuevo enfoque no se trataba de
experimentar o traer nuevas especies, sino de cuidar y proteger las autóctonas
de la zona, que en cierta medida se vieron diezmadas tras la llegada de las foráneas,
por lo que se construyó un invernadero botánico para que fuera la nave nodriza
de las semillas patagónicas, esto no quiere decir que se vayan a talar o
desaparecer las especies exóticas, al contrario los enormes árboles que hoy se
encuentran en la isla que pasan los 30 metros, sembrados en los primeros años
están protegidos por el equipo de guarda parques, además de contar con un banco de semillas propio.
El vivero de la isla colabora con equipos
forestales de todo el mundo y han prestado semillas y plantas del banco genético
cuando se les ha solicitado, un buen ejemplo reciente fue cuando en Australia se
produjeron grande incendios que devastaron miles de hectáreas de bosques, sobre
todo de eucaliptos, por lo que desde la isla se enviaron cientos de ejemplares
y de semillas para su plantación en esa
tierras tan lejanas , contribuyendo así a la reforestación. Otro caso para destacar es sobre una especie
de árbol de origen chino que fue extinto en dicha nación asiática por la mano
del hombre, quedando sólo dos especímenes en el mundo, uno en un parque de Buenos
Aires y el otro en la isla, así como su presencia en el banco de semilla. En el
ámbito local la isla ha aportado plantas para
reforestar zonas en la Patagonia afectadas por incendios o tala
indiscriminada constituyendo un apoyo tremendo y una fuente de recursos
invaluable.
Hoy en día continúan las investigaciones y
estudios en la isla, proporcionando información real sobre como es el comportamiento
de las especies tanto exóticas como autóctonas. Otras de las tareas actuales
desarrolladas por el equipo que de hecho vive en la isla es la divulgación y educación
del público en general, sobre todo de chicos de escuelas de la región o que
visitan la zona, para ello se valen de visitas guiadas y actividades controladas
dentro de la isla.
Isla Victoria en sí es un tesoro, contando con
este banco genético y sirviendo de apoyo no sólo para el entorno local patagónico,
sino para el mundo entero, lugares como este hay que cuidarlos, difundirlos y
apoyarlos para que continúen con su labor.
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